Cuando llegué a la línea de salida con mis compañeros, entre los que se encontraban Pablete, Iker, Geri y muchos más, no pude evitar sentirme emocionado por la carrera que me esperaba. El tiempo era perfecto, y el cambio de fechas a cuando los campos estaban verdes y amarillos de la colza fue una decisión excelente.
Al comenzar la carrera, intenté regular mi ritmo, era lo planeados, sabiendo que me esperaban muchas subidas duras y caminos ondulados, pero no fue asi y los primeros 50 kilómetros fueron agotadores, y estaba notando el esfuerzo y el calor.
Sin embargo, con el cálido sol brillando sobre mí y el impresionante paisaje que me rodeaba, perseveré pese que empezaba lo duro, los puertos. Empecé a sentir calambres en el 70 pero alimenté mi cuerpo con magnesio y agua fría de los puestos de Avituallamiento.
Gracias a la ayuda de Pablo que apreto en la parte final de la carrera y me llevo en volandas hasta el último reto por superar: la difícil subida de Morentin que me dejó sintiéndome como un cadáver. Pero con el bello entorno como motivación, luché contra el dolor y recuperé lentamente las fuerzas. Ademas de un baño en la fuente del pueblo que me dio la vida.
A falta de sólo 10 kilómetros, estaba dispuesto a terminar fuerte. El estrecho sendero que abrazaba el río resultó ser una forma desafiante pero impresionantemente bella de terminar la carrera. Pablo tiro al máximo y adelantamos muchos competidores y finalmente la llegada a meta nos guardo un buen recuerdo de uno de ellos. Asi nos alegro el final.
Mirando hacia atrás, puedo decir con confianza que la carrera Tierra Estella Epic Gravel es realmente una experiencia inolvidable. Y como dijo una vez el gran Ralph Waldo Emerson: “No vayas por donde te lleve el camino, ve en su lugar por donde no haya camino y deja un rastro”.